Una ciudad de plástico

Foto: Kate Ter Haa

Dice Ruben Blades en una famosa canción que era una ciudad de plástico de esas que no quiero ver... Y pese a que el salsero se refería a la superficialidad de sus habitantes, hoy nuestras ciudades así se transforman: del ladrillo al concreto, del concreto al plástico.

Vas al supermercado y llegas a casa con víveres y entre cinco y 10 bolsas plásticas, compras un refresco y unas papas en la tiendita de la esquina y llega a casa otra bolsa de plástico; visita a la panadería y otra bolsa de plástico a casa, una pequeña compra en la farmacia y aquí llega otra bolsa más de plástico; compras ropa y te la empacan en una elegante bolsa de plástico; poco a poco nuestra casa está inundada de bolsas de plástico algunas con la esperanza de reutilizarse aunque sea para poner basura y otras llegan a casa ya rotas, picadas, esas hacen un viaje directo a la basura, sin escalas.

Las bolsas de plástico tienen dos grandes pesos que cargar sobre sus delgados hombros: son longevas y son ligeras. Su longevidad les asegura que cuando menos pasaran en un tiradero de basura 100 años sin degradarse ni un poquito; tal vez algunas arrugas pero nada de desaparecer o volverse polvo. Su ligereza les permite volar por los cielos y aterrizar con elegancia en ríos y océanos causando daños que a veces ni nos imaginamos.

Se conocen al menos 267 diferentes especies animales que se han enredado o han ingerido restos de plástico proveniente de bolsas, botellas y empaques entre ellas se cuentan aves, tortugas, focas, leones marinos, ballenas y peces. Muchos de estos animales mueren por asfixia; otros se intoxican a causa de las  partículas tóxicas que se desprenden de las bolsas al degradarse.

Las bolsas de plástico dispersas por las ciudades son también las causantes de muchas de las inundaciones al tapar alcantarillas y ductos. Son responsables de contaminación visual y de un creciente volumen de residuos que día con día se deben manejar en las ciudades.

En promedio, cada persona consume seis bolsas de plástico a la semana lo que significa que tan sólo en México se consumen alrededor de 30 mil millones de bolsas al año. Han surgido iniciativas, leyes, reglamentos orientados a dejar en el olvido a estas viajeras incansables; nada ha prosperado.

Los supermercados y los productores se han sabido defender sustituyendo en algunos casos la tradicional bolsa plástica por una biodegradable; sin embargo, lo biodegradable no es necesariamente lo deseable, el proceso de biodegradación produce gases de efecto invernadero y la cantidad que se puede producir por degradar estos millones de bolsas no es nada despreciable.

La solución a este problema debe fundamentarse en un cambio de cultura; debe promover el uso de bolsas reutilizables y la disminución de empaque innecesario. Hay que empezar por casa:

1. Lleva siempre bolsas reutilizables para hacer tus compras. Si las bolsas que venden en los supermercados no te resultan prácticas te sugiero probar las Sandía Bags se hacen pequeñitas para llevarlas en la bolsa, mochila o coche y al extenderlas son bonitas, prácticas y resistentes.
2. Exige que te den bolsa de papel en la panadería y evita en la medida de lo posible que envuelvan los panes de forma individual en plástico.
3. Si compras una o dos cosas prefiere llevarlas en la mano que en una bolsa plástica.
4. No aceptes las tortillas en bolsa de plástico, lleva tu servilleta de tela o en su defecto pide papel para envolverlas.
5. Cuando compres en tiendas departamentales adquiere una bolsa de asa de cartón para evitar que te den bolsas de plástico.

Y la recomendación de siempre: infórmate todo lo que puedas. Para comenzar sugiero una página creada por el periódico El Universal llena de recursos útiles para dejar de usar bolsas de plástico.