Foto: James Butler |
Esta semana el mundo entero ha denunciado que algunos de los patrocinadores de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 son productores de comida basura o 'chatarra' y que esto por supuesto contradice su plan de ser un evento sustentable y además por supuesto contradice la filosofía básica de cualquier evento deportivo.
Es la primera vez que la crítica es tan feroz con los patrocinadores olímpicos y esto es lo que suele suceder cuando alguien anuncia su plan de ser verde, sustentable, sano, pacifista, vegetariano o altruista. La tendencia humana a buscar la congruencia, la experiencia de habitar en un mundo más gris que verde y el sello de la corrupción o el engaño presente en todos lados nos llevan a revisar minuciosamente cada declaración, proyecto, reforma, iniciativa que nos venda cosas 'verdes'.
Las obras altruistas tal vez no deberían rendirle cuentas a nadie, su génesis es la bondad así que no tendrían porqué ser cuestionadas; sin embargo, la experiencia nos dice que detrás de muchas asociaciones de este tipo se han gestado grandes fraudes. Hoy, las obligamos a rendir cuentas a los donadores, a los beneficiarios y a la sociedad.
Pasa lo mismo con todo lo que se dice sustentable, el abuso del concepto con fines comerciales (greenwashing) nos ha obligado a dar un voto de confianza seguido por una mirada inquisidora de desconfianza. Y bueno parece que al mirar con desconfianza las acciones del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos varios encontraron una falla llamada McDonalds y Coca Cola.
El dinero para pagar las Olimpiadas viene básicamente de las transmisiones de televisión; el patrocinio representa sólo el 29% del presupuesto. Este porcentaje ha sido repartido esencialmente entre nueve patrocinadores oficiales, algunos de necesaria presencia como Acer, GE, Panasonic, Omega, Samsung, Atos Origin y VISA. Su patrocinio cubre las necesidades tecnológicas y de movimiento de dinero del evento. Las otras dos, las ovejas negras muchos no nos explicamos qué hacen ahí.
Los datos favorecen aún menos al Comité Organizador cuando descubrimos que McDonalds aporta tan sólo el 2%, lo que quiere decir que sin ellos, la organización de los Juegos Olímpicos no está en jaque, por otro lado, las ventas de McDonalds durante el evento se espera representen tan sólo el 0,1% de sus ventas anuales en Reino Unido, es decir: nada. Entonces, ¿por qué correr el riesgo de opacar todo el trabajo del 'equipo verde' con la presencia del logo del payaso Ronald?
Por un lado está el innegable hecho de que las empresas con suficiente dinero para patrocinar eventos no son precisamente las más verdes, las más éticas o las más limpias. Muchas veces las estratosféricas cifras de ventas anuales van relacionadas con una pobre conciencia sustentable. No olvidemos además el hecho de que el concepto "sustentable" no está muy claro del todo y muchas empresas reciben distintivos de empresa limpia, socialmente responsable o similares tan sólo por implementar una política diferente en su forma de hacer negocios pero no necesariamente por ser totalmente congruentes con este principio.
Por otro lado, está el hecho de que los tratos con McDonalds y Coca Cola los hizo hace ya muchos ayeres el Comité Olímpico Internacional y no el Comité Organizador de Londres, es decir, los locales no tienen control sobre eso. Intentando ser congruentes con sus planes prohibieron la venta de papas fritas en los recintos olímpicos con excepción de McDonalds que tiene un acuerdo previo para vender todos sus productos sin importar si son buenos o malos. El Comité local obligó también a la empresa a usar material reciclables para empacar sus productos y a tener el restaurante "más sustentable" del mundo. La verdad es una: nada de esto limpia la grasosa mancha que deja el gigante de las hamburguesas en la bandera olímpica, un hecho triste, muy triste para la gente que de verdad tenía las firmes intenciones de organizar juegos sustentables y que no pudieron contra las órdenes superiores.
McDonalds y Coca Cola (así como Cadbury y otros) están ahí porque la realidad es una y es triste: los intereses económicos y la presión de las multinacionales pueden más que cualquier otra cosa. Ya hemos visto mucho de esto en el proyecto de Annie Leonard "La Historia de las Cosas" y también lo vimos en los resultados de la Cumbre de Río+20; es desalentador hasta cierto punto, pero parece que el mundo no está listo para el cambio que se necesita.
Desde nuestras trincheras, podemos más que lamentarnos, podemos no sólo dejar de consumir en estos sitios, podemos también alzar la voz y hacer saber al Comité Organizador de los Juegos Olímpicos que las cosas han cambiado y que la imagen del McDonalds olímpico y de la 'ola' Coca Cola en los estadios ya no está vista con buenos ojos. El quinto poder, el poder ciudadano a través de redes ha cambiado países y puede también cambiar las Olimpiadas.
Me gusta ser romántico y pensar que los Juegos Olímpicos algún día podrán ser lo que, desde mi punto de vista, siempre debieron ser. Un espacio para engrandecer al espíritu humano, no para ver la mercancía disponibles de los patrocinadores deportivos o, como en este caso, de los cocacoleros y mcdonaleros.
ResponderEliminarCoincido contigo totalmente. Desde niña he sido fanática de los Juegos Olímpicos y en mi mente eran sinónimo de paz, armonía, salud, bienestar, fiesta; con el tiempo, los atentados que se han dado, la mercadotecnia me he ido desencantando pero se que algún día serán una especie de oasis.
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