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viernes, 18 de noviembre de 2011

De juegos, juguetes y malas jugadas


Recientemente me mude de casa y fue una mudanza titánica; en realidad se trataba de deshacerse de casi todo; podíamos mudar muy pocas cosas pues nos moveríamos 9.000 km. Así que me di a la tarea de dividir la casa en tres grandes pilas: conservar, vender y donar o regalar. Había una cuarta pila la cual procuré mantener lo más pequeña posible y era la que tenía como destino final la basura.

Así minimicé y empaqué la cocina, la ropa, los libros y repentinamente tuve que frenar en seco: los juguetes de los niños fueron todo un reto que me puso a reflexionar sobre el consumo desmedido e inútil así como en la costumbre de regalar a los niños necesariamente juguetes en su cumpleaños, en navidad, cuando acaban un año escolar o con cualquier pretexto. Yo que presumo de sustentable tenía un Monte Everest de juguetes en mi propia casa.

Lo primero que encontré fueron muchos juguetes, demasiados; eran tantos que algunos ni siquiera recordaba que existieran y no estaba segura de cómo llegaron a casa. Le pedí a mi hija que reuniera todas sus muñecas tipo Barbie; cabe aclarar atento lector que yo sólo le compré dos de esas muñecas en sus seis años de vida; en cuestión de 10 minutos tuve frente a mis ojos más de 30 muñecas, vestiditos, zapatitos, accesorios y hasta gadgets miniatura (¿cómo llegaron a casa tantas?). Acto seguido le pregunté a mi hija cuántas quería conservar y sin mucho pensarlo me dijo que sólo una (!!!) así que al resto que estaban como nuevas por evidentes razones (a mi hija no le gustan) las bañamos, las vestimos,las peinamos, las empacamos y las vendimos toditas.


Además de la cantidad de juguetes, me di cuenta que la calidad de muchos es lamentable y que por ello se dañan con facilidad; si un niño pequeño no puede chupar o aventar un juguete porque éste se dañará, entonces el juguete no sirve pues no es apto para su edad. La mala calidad en los juguetes a lo mejor los convierte en un artículo barato pero los enfila al cubo de la basura en muy poco tiempo.

Los juguetes de pilas resultan otro dolor de cabeza y no porque gastemos mucho en pilas pues la verdad es que pocas veces reemplazamos las originales y el juguete se va al olvido si no es que antes, con pilas aún nuevas el niño lo olvida por aburrido. Donar estos juguetes el imposible, pocos los quieren comprar por el gasto que representan y entonces parecía que debería abrir una nueva pila que se llamara: el elefante blanco. Los conservé para en un futuro (no muy lejano) desensamblar su partes y crear juguetes más creativos. Afortunadamente eran pocos.

Mi último hallazgo es bien conocido por todos los que somos papás: los niños prefieren jugar con una caja de cartón, con una hoja de un árbol o con el juguete más simple del mundo. Muchos juguetes llegan a casa porque a nosotros papás se nos antojan y no porque los niños los pidan.

Al final conservamos muy pocas cosas; los niños eligieron muñecos de peluche, rompecabezas, juegos de mesa, pinturas, bloques de construcción y la casa de muñecas.

Cuando queramos regalar algo a un niño pensemos primero en libros, colores, pinturas, rompecabezas o algo útil por mucho tiempo. Cuando hagamos una fiesta para nuestros niños hay que enseñarles a no esperar regalos y digamos a los invitados que pueden ir sin llevar nada y que si no se sienten cómodos con las manos vacías pues lleven algo sencillo y útil, incluso, algo de comer que le guste mucho al festejado. Y por último, hay que tener presente que Santa Claus, Papa Noel, los Reyes Magos, el Niño Dios o quien visite nuestra casa no reciben cartas a posteriori para pasar por la basura ni para ayudar con la acumulación loca de juguetes.

Nos mudamos hace poco más de un mes pero el barco con las cajas empacadas aún no llega; mis hijos se han entretenido coloreando, leyendo los tres únicos libros que viajaron con nosotros, jugando con una pelotita, corriendo por los parques, paseando...pero sobretodo, jugando el uno con el otro a mil cosas que antes, con las cajas de juguetes en casa jamás hubieran imaginado.


1 comentario:

  1. ¿No es lindo cuando descubrimos -y nos deshacemos de- el mundo que no necesitamos?

    Cómo quedaríamos por dentro si nos desprendieramos de prejuicios y malas costumbres (que antes de la mudanza interna no nos lo parecen o ni suqiera sabemos que están allí)?

    Tu experiencia da para bastante reflexión!

    Abrazos, Sofía.

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